Dos gorilas nos esperaban en la puerta para cachearnos de arriba a abajo. Nosotros, cumpliendo el perfil guiri cargados con nuestras mochilas, estaba claro que íbamos a ser motivo de registro exhaustivo. Así que el gorilón más tocho de los dos se dispuso a registrar la mochila de Samu, encontrando para su sorpresa (y para la mía) unas pastillas contra la alopecia. Indefensos en cuanto al idioma se refiere, sólo éramos capaces de construir frases del tipo « Dats not drags » o « Its for de jea ». Suerte que Alba nos echó una manita y con su cara de angelito les explicó, y les acabó convenciendo de que Samu estaba siguiendo un tratamiento contra la caída de pelo. Buf, paso libre.
En la discoteca no cabía un alfiler: gente de todos los gustos y nacionalidades. Un detalle que me pareció curioso fue que tenía unas pantallitas en las que se podían visualizar SMS que enviaba la gente, que podían servir para lanzar piropos y/o indirectas a la persona que te gusta, para cagarse en el/la tí@ que te estaba ganando la partida en el ligoteo... en fin, para cualquier cosa. Daba juego...
Después de tomarnos casi dos litros de cerveza a base de tanques, decidimos que ya era hora de irse. Eran las 2:15 a.m. y pillamos el bus. El caso es que por la noche una ciudad puede cambiar mucho, hasta el punto en que te pases de parada... que fue lo que hicimos. Así que tan pronto como nos pispamos bajamos... pero... para más inri, Samu había olvidado su cámara de fotos en la discoteca en el bolso de su hermana! Un golpe bastante duro teniendo en cuenta el cansancio acumulado y la hora que era.
Resignados, tuvimos que pillar otro bus ahora en dirección Chelsea. Allí, bajo un frío invernal y cual indigentes, echamos una cabezadita en el portal de una casa mientras esperábamos la llegada de Carmen y Nuria, que todavía estaban en la discoteca. Minutos más tarde, después de recogerla y ya en el bus definitivo, nos venció el cansancio y despertamos otra vez en la zona centro... ¡¡¡nos habíamos pasado de parada otra vez!!!
Recuerdo que después de limpiarme la baba (producida como no por la maldita sobadita), levanté la cabeza y vi que Samu estaba frito en su sitio... una imagen inolvidable. Creo que nunca me había reido tanto en mi vida. La situación era absurda: hacía casi dos horas que habíamos salido de la discoteca (eran ya las 4:15 a.m.) y estábamos exactamente en el mismo sitio de antes, esperando el mismo autobús. « ¡Qué nulos! » - dijo Samu. Y yo que no podía parar de reir. Por si no fuera poco, instantes después Samu se dio cuenta de que acababa de perder la targeta Oyster*.
Entre risas subimos al bus diciéndonos que (ahora sí) había que ir con pies de plomo, que no podíamos volver a cagarla. El caso es que llegando a la zona de Hyde Park, el cabezón del menda, leyó algo que acababa con « Park » y insistió en que había que bajar. Samu, que me aseguró una y otra vez que no era la parada buena acabó aceptándolo por miedo y... voilà. Estábamos en Green Park. Tuvimos que recorrer unos 200 metros extra.
A las 5 y pico a.m. llegamos al hostal...
Quizá ahora se entienda porque he querido separar esta parte de la historia, porque desde luego no es fácil reunir tal número de jruñadas en una noche. Hay que ser Samu y Milio para conseguirlo...
* Targeta que permite coger cualquier tipo de transporte por la ciudad.
1 commentaire:
jajaja, on est nuuuuull!!! la de jrunyaes que fèrem ixa nit, nen! jo haguera remarcat més en el moment que anàvem correguent darrere del bus a les 5 del mati i no sabiem massa bé cap a on tirar... i que al perdre la oyster cada un dels vitages de bus em costava 2 lliures. Fills de putes!
a pesar de tot jo tornaria a anar, Londres és way
en fi... quand on est con, on est con :(
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